
(La foto mostrada no corresponde a esta historia pero por su parecido mereció ser incluida. Resulta que en este caso tambien colapsó el milachento y nos acompañaron cuchita y dunga. Cuchita colaboró en esta ocacion cargando su propia mochila, también cabe resaltar la singulares maleta y casaca de Rafael, las cuales, es muy probable que se encuentren ahora en un museo.)
Gonzalo, Rafael y yo tenemos algunas cosas en común: una vocación campamentera recurrente, una falta de ‘irresponsabilidad’ enorme, la indiferencia ante la acumulación de carca en nuestros cuerpos y por supuesto, la pasión por las bebidas espirituosas, de hecho los tres bebíamos licor con una naturalidad conmovedora. Sin mencionar la alegría que compartíamos por llevar a nuestras excursiones a la infaltable, muy querida y fiel Cuchita, fino exponente de la raza labrador, de singular belleza e imponente figura; Claro que ya de grande se engordo, se quedo enana y medio chueca: parecía un cuy gigante… en realidad con los años se puso horrible, creo que todo comenzó cuando se sacó la entreputa al caer de la camioneta a gran velocidad en una de las curvas del serpentín de Cieneguilla: pobre animal… y abnegado además, siempre colaboraba horrores en los Campamentos lavando los platos con gran destreza, sobre todo cuando nos olvidábamos de llevarle su combate.
Fue en los adentros de esta localidad en donde se desarrolla la historia que voy a relatar, lugar en donde hicimos muchos otros campamentos y excursiones desde algunos años atrás y en donde ocurrieron también tantas anécdotas dignas de ser contadas, desde los campamentos con el querido tío Pompi, quien fuera pionero de las excursiones a este lugar, hasta los paseos de hoy en día.
Ese domingo por la mañana amanecimos todos de muy buen talante, con una resaca un poco fuerte, por lo que añorábamos con vehemencia un par de chelas pa’ cortarla, de manera que nos entraron unas pilas tremendas para organizar algo chévere que por lo general consistía en llenar un cooler de cerveza, vino y carne para así largarnos fuera de Lima cuanto antes y poder seguirla en nuestro lugar favorito: en medio de la naturaleza, en este caso el destino elegido fue el puente de Chacralta, en la quebrada de Lurín, bajo el cual se formo con el tiempo una profunda y hermosa poza de mas de tres metros de profundidad en su parte mas honda, lugar perfecto para tirarse temerarios clavaditos desde la plataforma de cimentación del puente, y para yacer y andar desnudos tomando un poco de sol y algo de cerveza en perfecta armonía con el medio ambiente, cosa que llamaba a veces la atención de los camiones y microbuses que pasaban por dicho puente y que sobreparaban para mirar a esos gringos calatos y también cosa positiva, ya que espantaba un poco a los visitantes que venían con sus familias e intenciones de quedarse en el lugar para disfrutar de su acostumbrado pic-nic dominguero.
En esos tiempos Rafito tenia una carcochita celeste del 39 muy bonita: envidia de los transportistas y orgullo de su dueño, quien en ese entonces se preguntaba constantemente, en medio de profundas abstracciones filosóficas : “que bestia, porque me gustan tanto las chelas?. Años después dejarían de gustarle, no sin antes entregarse a los brazos del pisco, peruanísimo producto del que los chilenos se adjudican la autoria. Fue en aquel vehículo en el que nos dirigíamos rumbo a nuestro destino, vehiculo del cual, por su antigüedad y aspecto, se podría decir que era una joyita de automóvil, y al cual por cierto, resultaba muy excitante subirse para dar un paseo un soleado domingo por la mañana con la maletera llena de chelas bien heladitas y con su curioso y potente equipo estereo, hechizo de una complejidad realmente asombrosa que solo su creador sabia operar.
Cuando llegamos al final de la pista de asfalto, donde comenzaba el camino de tierra, la policía había detenido el tráfico completamente: nadie podía entrar a esta pista pedregosa hasta que ellos nos avisen. Averiguando por ahí nos enteramos que se trataba de una carrera de cuatrimotos y que esperaban a que pasen los últimos competidores, detrás de quienes vendría la comitiva organizadora y las autoridades respectivas; hasta entonces no se reabriría la carretera.
El policía que nos dio esta información se percato de que estábamos tomando e inmediatamente nos abordó con preguntas de manera agresiva y prepotente. Nos pidió identificarnos y que le mostráramos los documentos del coche. No dudó en retenernos los mismos y detenernos hasta que llegara el último carro con el capitán para luego llevarnos a la estación de policía. Le pedimos por favor que no nos malogre el domingo, que no nos cague así, que era un día de picnic, que porque no jodia a esos pituquitos con sus mioncas del año y a nosotros sí, que solo porque éramos misios y con un carro de mierda, con el perdón del milechento . El oficial se puso bien terco y no acepto suplica alguna e insistió que debíamos esperar al capitán.
Al cabo de 15 o 20 minutos vimos llegar a los últimos competidores seguidos de la comitiva y del Capitán en su camioneta, de la cual bajo, y después de ocuparse brevemente en pequeñas formalidades relacionadas con el evento, fue informado de nuestro delito, el de manejar en estado etílico, por lo que nos ordeno inmediatamente que lo siguiéramos hasta la estación de policía; era un tipo rudo y matonesco, no acepto explicaciones y ni siquiera nos quiso escuchar.
De mala gana nos trepamos al M-Ch-39 (milechento del 39) para seguir a los policías hasta la delegación. Nuestra indignación no se dejo esperar: en menos de 10 segundos después de empezar a seguirlos vislumbramos el nefasto día en el que aquel se podría convertir si les hacíamos caso y los seguíamos hasta la estación policial, e ipso facto decidimos que se podían ir a la recon….. dre
Con una brusca y repentina maniobra Rafo hizo girar el artefacto 180 grados, justo cuando en una curva nos perdieron de vista…. ¡genial reacción ¡ y emprendimos la huida en sentido contrario, hacia el este, hacia la sierra, en busca de la hermosa poza del Puente de Chacralta, a la que anhelábamos llegar cuanto antes para refugiarnos allí y obtener algo de diversión y sano esparcimiento.
Al M-Ch-39 le llego su oportunidad de demostrar su capacidad de aguante. Diseñado para amables superficies como el asfalto o la tierra bien compactada, se vio forzado repentinamente a correr a una velocidad excesiva por aquellos agrestes caminos de trocha que conducían a este paradisíaco lugar. Las duras condiciones del camino, sumadas a la predilección del piloto por exigir al máximo a la pobre maquina, ocasionaron un paro cardiaco fulminante en la cafetera a pocos minutos de nuestro destino: se le rompió el cardán quedando cien por ciento inútil e indefenso. ¡OH desventura! …. Y ahora que chucha hacemos???? ¡!
Curiosamente el suceso se nos planteo como un regalo de dios, un incentivo, un motivo para festejar, un reto interesante. Pero no el reto de ingeniártelas para regresar a Lima con todas las cosas que traíamos, de cómo transportar a Cuchita o de cómo remolcar el carro siendo domingo y se haría tarde.. , yo lo sentí más bien como un reto de restarle genuinamente importancia a las circunstancias, que de verdad nos llegue al pincho y continuar el viaje a pie hasta la susodicha poza para finalmente sentarnos a disfrutar de nuestra expedición que con tanta ilusión habíamos planificado esa resplandeciente mañana.
Pues asi lo hicimos y la pasamos de la quinchi-sumay. Todo niquido y positivo mi hermano….. everything under control ¡. Por último, a la hora de necesitar en donde protegernos de la intemperie y pasar la noche sin pasar calamidades, no había de que preocuparse: yo conocía al señor Romero, amigo y exempleado de mi tío Antuco. Vivia arriba, al costadito del puente en aquellas épocas en que Don Antuco Vizquerra era, como todos sus hermanos, hacendado y dueño de esas tierras, amante de la tauromaquia y de las costumbres españolas. Fue en aquella hacienda en donde se entrego apasionado al negocio de la crianza de toros de lidia. Muy mal aconsejado y con una visión pobrísima de hombre de negocios, invirtió una buena cantidad de dinero en este mercado, dinero que jamás recupero, pero que arriesgo lleno de ilusión, optimismo y tal vez con un deseo alocado de ser un personaje en ese ambicioso mundo de los toros, que él tanto amaba y para el que no estaba preparado.
Pasamos la noche mas o menos durmiendo en el piso de tierra de la sala de esa humilde casa que nos ofreciera el señor Romero, abrigados con unas frazadas que nos prestaron y con cuchita.
Despertamos muy temprano y después de agradecer efusivamente al dueño de la casa que nos cobijara, paramos un carro que nos transporto hasta el primer paradero de las combis que iban a Lima. La combi estaba al comienzo casi vacía y nos sentamos en la ultima fila de asientos, con cuchita a la ventana, sentada con una circunspección y solemnidad dignas de admirar… seguro que entendía todo lo que estaba pasando. Miraba por la ventana los letreros de las calles con una naturalidad que parecía estarlos leyendo.
Al pasar frente a la estación de policia Rafael Y Gonchi se bajaron para arreglar el asunto, yo me quede con cuchita en la combi y me fui de frente a Lima.
Por lo que recuerdo solucionaron las cosas relativamente facil y hasta se hicieron amigos de los policias. Quizas uno de ellos pueda comentar y contar lo que paso en la delegación como epílogo de esta historia que afortunadamente tuvo un final feliz.